lunes, 10 de junio de 2013

El Rey de los Animales, evidentemente, un felino.

El Rey de los Animales 
Cuando llegó esta historia a mis zarpas no me extrañó en absoluto que
El Rey de los Animales fuese un felino, tal y como se  muestra en la portada.
Y es que son evidentes nuestras dotes de mando y la esbelta figura que nos otorga un poder innato frente al resto de animales.
Bueno, yo nunca he vivido en la sabana, lugar donde se desarrolla esta historia, pero imagino que será muy parecida a mi casa. 



Durante la lectura, todas y cada una de las leyes que el león iba dictando me parecían de lo más apropiadas y lógicas. De hecho me planteé que yo también debería dictar alguna ley para mi hogar y como felino que soy se me debería obedecer. Claro que, al continuar la lectura, caí en la cuenta de que igual al resto de animales no les hacían tanta gracia las nuevas leyes. Lo que parecía tan fantástico desde el punto de vista del león, no lo parecía tanto desde el punto de vista de la cebra, del mono o del conejo... 

En ese momento pensé "¡Claro! Si yo pongo la ley en mi casa de que el rollo de papel higiénico ya no estará en el váter si no por el suelo para jugar con él, a mis compañeros de piso seguro que no les gustará no tener papel higiénico cuando vayan al váter. Pues claro, lo que es divertido y bueno para mí, no tiene porque serlo para otro, y entonces lo visualice al revés,
¿y si mis compañeros de piso pusieran la norma de prohibido tener pelo?
 ¡¡¡Me quedaría calvo!!! Solo de pensarlo se me ponen los pelos de punta. Sé que hay mucho pelo que limpiar desde que vivo aquí pero yo no quiero esa ley, no es justa y además las consecuencias podrían ser fatales".


Después de leer esta fantástica historia he decidido que no quiero poner leyes a nadie y que no quiero que nadie me ponga leyes a mí, a no ser que sea alguien capaz de ponerse en el lugar del otro y ser coherente. Las leyes son necesarias para toda convivencia, pero leyes lógicas, haciendo buen uso de ellas y con consecuencias buenas para todos. Sin duda recomiendo este libro a todos esos mandones y mandonas que andan por ahí sueltos, que no son pocos. 


Las ilustraciones que acompañan al texto son divertidísimas y todo el trabajo, tanto el texto como las ilustraciones, es de Miguel Tanco. Tiene que ser un tío muy listo para hacer todo él solo y sin ayuda (quizá tenga un gato en casa que le ayuda aunque no lo mencione, así son los humanos).

Muchas gracias a Ediciones la fragatina, a Miguel Tanco (quizá también a su gato) y a mis compañeros de piso por hacerme llegar este libro que tanto me ha hecho pensar. 

Miau, miau, saludos gatunos y felices lecturas. 

Firmado.    .







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