lunes, 21 de enero de 2013

No todo el mundo puede ser librero...



Al igual que sucede en las pruebas de acceso a las fuerzas especiales del ejército de la mayoría de los países occidentales, aquel que pretenda formar parte de la plantilla de una librería casi con total seguridad deberá responder a una serie de preguntas. Además, hay que tener en cuenta que no todo el mundo está igualmente capacitado para dedicarse a la noble y ancestral tarea de vender libros. Por ejemplo, quizás no sea el más indicado para este tipo de trabajo alguien que:

No hable el idioma local:

- Buenos días, quería la última novela de Pérez-Reverte.

- Добро пожаловать Здравствуйте Привет. Алло?

- ¿...?

Sea demasiado espiritual:

- Estoy buscando un libro que...

- Y ese libro también le está buscando a usted. Será un honor para mí acompañarle en su búsqueda.

- Eh... sí, mire, el título es...

- ¡Silencio! ¡No hable! ¡Solo sienta! El universo nos ayudará a encontrar su libro...

Tenga una ligera tendencia a la paranoia:

- Buenos días, ¿tiene el último libro de Ken Follett?

- Sí, ¿cómo lo sabías? ¿Quién te envía?

- Nadie... yo... ¿solo quería comprarlo?

- ¡Dinero! ¿Me estás ofreciendo dinero? ¡Yo no estoy en venta!

Se identifique excesivamente con la situación del cliente y... sea quizás un poco demasiado dramático:

- Entonces, ¿no les queda ningún ejemplar?

- ¡No, maldición! ¿Por qué esto sucede siempre a quien menos se lo merece? ¡Pero tiene que ser fuerte, me oye, fuerte! ¡No puede rendirse, no permita que este contratiempo acabe con sus ilusiones!

- Pero... ¿qué está haciendo? ¡Suélteme!

- No se resista, llore, llore y desahóguese, aquí, sobre mi hombro...

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