Es habitual que cuando una novela tiene un éxito tan espectacular como inesperado las diversas editoriales intenten publicar lo antes posible obras similares para aprovechar el interés despertado entre el público. En el caso de la saga Crepúsculo, de Stephenie Meyer, les resultó realmente fácil encontrar una gran variedad de ejemplos de narrativa romántica con elementos sobrenaturales, y que en muchos casos llevaban publicándose desde hacía años: Charlaine Harris, con la saga de Sookie Stackhouse, peculiarmente adaptada a la televisión en la serie True Blood, J.R. Ward y la Hermandad De La Daga Negra, Christine Feehan y su Serie Oscura, y más recientemente Nalini Singh y sus novelas del Gremio De Los Cazadores. Otras autoras, como Lynsay Sands y Darynda Jones, optan por dar un enfoque humorístico a sus obras, y en medio de este listado de escritoras principalmente norteamericanas (en E.E.U.U.más del 50% de las ventas de novelas pertenecen al género de la literatura romántica), destaca la española Lena Valenti, con su Saga Vanir. Con un enfoque juvenil, pero leídas y disfrutadas por lectoras de todas las edades, escriben las autoras L.J. Smith, P.C. Cast y Kristin Cast y Cassandra Clare entre muchas otras.
Y antes de terminar, una detalle curioso que llamó poderosamente mi atención en la sinopsis de una de las novelas de esta categoría. Como mencionaba antes, la gran mayoría de estas autoras son de origen estadounidense, y por lo tanto su visión de lo que sucede fuera de sus fronteras en general, y del mundo hispano en particular, es única: Christine Feehan, en su novela Posesión Oscura, decidió incluir un personaje sudamericano, que “se queda atrapado entre el mundo de los vivos y los muertos” y tiene que tomar la opción de convertirse en un “lóbrego vampiro” antes de proseguir con la búsqueda de su “compañera eterna”, una humana, MaryAnn, a través de los “calurosos bosques de Sudamérica”. Su nombre: Manolito de la Cruz.
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